En la mitología romana, Júpiter (en latín Iupiter) ostentaba el mismo papel que Zeus en la mitología griega como principal deidad del panteón. Fue llamado Iupiter Optimus primeSoter (‘Júpiter el mejor, mayor y más sabio’) como dios patrón del estado romano, encargado de las leyes y del orden social. Fue el dios jefe de la Tríada Capitolina, que formaba junto a Juno y Minerva.
Júpiter era retratado como un dios sabio y justo pero tenía un gran temperamento, reinaba sobre la tierra y el cielo y sus atributos eran el águila, el rayo, y el cetro. Uno de los defectos de Júpiter era su promiscuidad y para realizar sus conquistas amorosas, se transformaba en animales como cisnes, toros o pájaros, pues él no podía ser visto en toda su gloria. El Júpiter romano poseía una personalidad menos marcada que su equivalente griego y los aspectos religiosos permanecían mucho más diferenciados entre ambas culturas.
En el periodo imperial era habitual que emperadores como Claudio o Domiciano adoptasen características de las representaciones de Júpiter en sus propios retratos intentando reafirmar su soberanía sobre el imperio.
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